Levantar el pulgar es un signo que realizamos con nuestras manos para mostrar que todo va bien, y su origen parece estar en los juegos de gladiadores de la antigua Roma, cuando la multitud decidía, la suerte del luchador vencido. Pero no, no levantaban el pulgar como nos han repetido las películas de romanos incansablemente, sino que solo lo extendían cuando deseaban la muerte del gladiador. Facilitaban así la decisión final del emperador, que no tenía que estar discerniendo cuántos pulgares apuntaban hacia arriba o hacia abajo. En caso de desear la clemencia para con el vencido, simplemente lo mantenían oculto y flexionado sobre el puño.
Igualmente, el levantar los dedos índice y corazón formando una V se asocia directamente a un gesto triunfal que realizamos cuando hemos logrado algo importante o hemos obtenido una victoria. La verdad es que se desconoce el origen el gesto, pero la tradición señala que tras la batalla de Agincourt (1415) entre ingleses y franceses, estos últimos cortaron los mencionados dedos a todos los arqueros ingleses que habían sido capturados. El objetivo: que no pudieran volver a disparar con esos largos y potentes arcos anglosajones. Se dice que, efectivamente, los arqueros que lograron escapar mostraban, arrogantes, los dos dedos al enemigo amenazándole con que aún podían disparar.