El 20 de julio de 1944 un grupo de oficiales de la Wehrmacht, las fuerzas armadas unificadas de la Alemania nazi, pusieron en marcha lo que llamaron la Operación Valkiria que tenía el objetivo final de acabar con la vida del dictador Adolf Hitler y, posteriormente, hacerse con el control militar de Alemania desarmando a las SS y a la Gestapo. La oposición al régimen nazi era bastante sólida desde 1938 entre algunos militares, diplomáticos, funcionarios o profesionales, que fueron tejiendo una extensa red de conspiradores de todo signo político, desde aristócratas a socialistas, y que planificaron cuáles debían ser los pasos siguientes a la muerte de Hitler: evitar la destrucción de Alemania, organizar el nuevo gobierno, pactar la paz con Reino Unido y Estados Unidos, etc. Pero ejecutar el atentado parecía cada vez más difícil. La Gestapo se olía algo y Hitler vivía en un entorno extremadamente protegido, relacionándose en sus búnkeres con muy pocos oficiales de su confianza.
La oportunidad surgió cuando uno de los opositores, el coronel Claus von Stauffenberg, ascendió inesperadamente en el escalafón militar y se vio autorizado a acudir a los encuentros de Hitler con sus más altos jefes militares. La idea del atentado tomó fuerza renovada, pero las sospechas de la Gestapo había descubierto el plan hizo que todo se acelerase.
El coronel colocó un bomba disimulada en un maletín en la sala de mapas del cuartel general de Hitler, llamado La Guarida del Lobo, en donde se encontraba reunido con sus generales. Von Stauffenberg colocó la bomba a los pies de Hitler y se excusó diciendo que esperaba una llamada. Alguien, sin embargo, tropezó con el maletín y lo apartó de la mesa. A las 12:40 h la bomba estalló matando a cuatro oficiales e hiriendo gravemente a otros cinco. Hitler solo sufrió heridas leves. En Berlín, al conocerse que el dictador había sobrevivido, los conspiradores abortaron la movilización del ejército de reserva y cundió el pánico entre ellos. Tras el fallido atentado fueron detenidas 5000 personas, de las que fueron ejecutadas alrededor de 200. Hitler desde entonces sufrió problemas de oído y un notorio temblor en las manos, pero sobre todo se hundió en la paranoia de sufrir un nuevo atentado. que hizo que tomase decisiones erráticas y desconfiase de todo el mundo.